3 preguntas a Ruy Feben | Hoy sí abrimos

Le hicimos tres preguntas al escritor Ruy Feben en relación con nuestra temática Hoy sí abrimos. Estas fueron sus respuestas.

[Fotografía de Alfonso de Anda]

 ¿Cuál es tu horario de trabajo y cómo lo interrumpes?

Trabajo a deshoras. Con eso me refiero a que, además de mi trabajo real, que es escribir, tengo un empleo de gente grande, donde me pagan y me ponen horario, al que tengo que ir vestido de cierta manera y en el que uso mi nombre de pila para la firma de los correos. Este empleo de gente grande lo considero una muy larga interrupción, de más de ocho horas diarias, a mi trabajo real, por lo cual no me queda más que aprovechar las noches para escribir, cosa que hago con la impaciencia de quien sabe que ha desperdiciado todo el día en nimiedades. Una vez que me instalo en esa disciplina nocturna, el proceso es francamente doloroso: escribir para mí no es divertido ni inevitable, sino tedioso, cansado, lleno de distracciones. Antes de ponerme directo a la hoja en blanco, imagino muchísimo; pero como me angustiaría, por decirlo de algún modo, correr en libertad, empiezo siempre con una imagen que sirva de restricción a lo que debo imaginar: un tema, una situación, un personaje con alguna carencia. Una vez dentro de esa barda trato de interrumpir el camino lógico de eso que imagino, y juego con nuevos integrantes o con cambios radicales en lo que uno pensaría que va a ocurrir. Al final, lo que me gusta de escribir no es escribir, sino haber escrito (¿quién decía eso?), y en buena medida es porque sé que, al igual que en las historias de mis personajes, lo que pasa no es lo que parece estar pasando, sino lo que sucede a deshoras, y que contar su historia (esa que les tracé con una limitante o muchas) no es más que encontrar el modo de escapar de la barda que yo mismo les impuse, o de la barda que yo traigo puesta durante buena parte del día.

¿Cuándo una puerta cerrada mejoró tu día?

Quisiera responder «siempre», pero la verdad es que no soy ni tan paciente, ni tan terco, ni tan zen. La cosa sabia por decir, entonces, quizá sería: «las puertas cerradas siempre mejoran los días, pero siempre nos damos cuenta demasiado tarde», pero no sé si creo en eso (decir «tarde» implica creer en una noción del tiempo cuya existencia universal no me consta). En mi experiencia, las puertas cerradas mejoran los días en una de dos situaciones: primero, cuando uno no encuentra por dónde llevar una historia o un texto, y se encuentra siempre con la misma traba, y se desespera y abandona el dichoso texto durante unos días; acá el día no mejora (en realidad empeora, para uno y para los familiares que deben aguantar la rabieta el resto de la tarde), pero el texto sí, porque luego, cuando la puerta se vuelve a abrir, uno encuentra cosas que sólo se ven cuando uno es medio paciente, medio terco y medio zen. La segunda situación en que las puertas cerradas mejoran el día es cuando uno está afuera y de todos modos no quería entrar, o cuando uno está adentro y afuera llueve y llueve.

¿Qué te gustaría que se volviera a abrir?

Están los grandes temas, por supuesto: la Mente; la Libertad; la Paz; la Sensibilidad Primaria Que Nos Hace Ver Que Somos Parte De Un Todo; el Futuro; el Pasado; la Verdad. Ojalá todo eso volviera a abrirse. Pero lo cierto es que, en lo personal, me gustaría más que se volviera a abrir un hoyo minúsculo en Puerto Vallarta, en el que hace muchísimos años vi salir a un cangrejo por única vez en mi vida, el tiempo suficiente como para observarle mover las tenazas lentas, para oírle rechinar sus bisagras y asustarme con sus ojos de antena moviéndose como buscando el sol. Me gustaría que se volviera a abrir la inmensa nube gris de hace como veinte años, detrás de la cual juro haber visto volando algo rarísimo. Me gustaría que se volvieran a abrir ciertas tumbas y ciertos úteros. Para resumir: me gustaría que se volviera a abrir el asombro, que es lo único que todo eso tiene en común con todo lo anterior. Pero no sé si puedo ser tan optimista, porque dudo que esté permitido abrir cosas cuando todos están durmiendo, y el asombro, para ser tal, siempre debe ocurrir a deshoras.

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Ruy Feben
1982. México D . F . Escritor. Su libro Vórtices viles fue Premio Nacional de Cuento Joven 2012.
ruyfeben.blogspot.mx

Puedes encontrar más trabajo de Alfonso de Anda aquí: aldeanda.com

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